Wednesday, October 18, 2006

21 de julio de 2004

Es la vida, su belleza. La belleza, su vida. Que llora al nacer, estalla en la muerte. Descubre la felicidad que tal nombre merece y oculta con su sombra henchida la solidez de lo cotidiano. La belleza, que siempre vuelve, con olor de nostalgia, espasmo de anhelo. La belleza, que me aturde y me despierta. Agazapada tras los pliegues de mi miseria, esperando sólo el momento en que la llame, para darme su aliento; una nueva pista que me desvele su misterio, que me devuelva el respeto amoroso por la muerte.

Está aquí. También en el frío del acero. En el silencio de lo humano. Discreta y digna; perenne y leve.

Y yo, que la tanteo con frenesí en la espesura de mi ceguera y tan sólo alcanzo a sentir el roce de su aliento cálido en mi pena. Como una dádiva huérfana.

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